El origen del Malleus Maleficarum ya es controversial. Los monjes afirmaban tener un poder especial del Vaticano para encarcelar y procesar brujas en Alemania, amparados en un decreto papal; pero luego se supo que aquel decreto fue firmado mucho antes de que comenzase la escritura del libro. Al ser presentado ante la universidad de teología de Colonia, El Malleus Maleficarum fue oportunamente rechazado por no atenerse a las normas de la ética. Heinrich Kramer, sin embargo, insertó una aprobación falsa en la introducción de la obra. Esto colaboró, afirman los especialistas, a popularizar el libro. De hecho, en su época fue el libro más leído después de la biblia.
La segunda parte del Malleus Maleficarum nos habla de las formas de la brujería. Se enumera un corpus considerable de hechizos y conjuros; haciendo especial incapié en el pacto con el demonio. Naturalmente, las fuentes que citan nuestros monjes son la de aquellos que han confesado mediante la tortura.
La tercera parte se enfoca en la manera de perseguir y enjuiciar a las brujas. La tortura es el método recomendado para los que se resistan a asumir sus culpas. Si lo anterior resulta poco menos que repugnante al intelecto, en esta sección del Malleus Maleficarum se alcanzan picos siniestros; particularmente en donde se explica como el inquisidor puede mentir, prometiéndole misericordia al procesado, sin la necesidad de cumplir.
El conjunto del libro, leído a la distancia, es ciertamente interesante. Algunos pasajes de hecho son tan absurdos que es imposible no tomarlos como una broma. Las descripciones del vuelo de las brujas, de los encantamientos para crear impotencia en los buenos cristianos, de la capacidad de generar tormentas y granizo, son tan abundantes que su redundancia termina convirtiéndose el método general de argumentación. En resumen: El Malleus Maleficarum tiene poco de original, y la mayoría de su material pertenece a obras anteriores; de todos modos, no deja de ser interesante un recorrido por sus páginas; y una muestra de la otra cara del ocultismo, a menudo más perversa que la de los acusados.
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